AUTOR: Miguel García de la Cruz
FECHA DEL PROYECTO: 1918
ESTILO: Neoespañol
DESCRIPCIÓN:
Durante el segundo decenio de este siglo se incorporan a la actividad
profesional en la región un grupo de jóvenes arquitectos que salen de la
escuela de Madrid embebidos en la doctrina y diseño de la arquitectura nacional
–regionalista. Se trata de García-Lomas, Bobes, Bustelo, Casariego, Díaz Omaña
y Luis Menéndez-Pidal entre otros. No serán sin embargo, los responsables
únicos de la implantación en Asturias de los historicismos hispánicos,
igualmente cultivados entre nosotros por arquitectos visitantes procedentes de
Cantabria (Lavín hijo, M.D. Lastra) o Madrid (T. Anasagasti), y con similar
convencimiento y destreza por la generación anterior de profesionales, la que
se titula en el cambio de siglo e inicia su carrera bajo la órbita del
eclecticismo y el modernismo. A este último bloque pertenece, junto con
Bellido, Marín, Suardíaz, Hacha, Galán, y García de la Cruz, el último un
brillante tracista modernista del que esta obra en el muelle de Gijón
constituye su bautismo en el estilo neoespañol. Un nuevo testimonio de la
camaleónica facultad de los arquitectos activos en la mitad del siglo XIX y XX
para convertirse al cabo de diez/veinte años a los estilos de la última
edición, mostrándose en cambio inmovilista
en el consumo de tipologías, técnicas de construcción y esquemas de
planta más que centenarios.
La casa para Eduardo Paquet fue
ideada para contenerse en un magnífico solar de 400m (cuadrados), protegido por
el norte por otra construcción y provisto por tanto de excelente orientación
solar y a las vistas sobre el primitivo puerto de Gijón, para entonces ya
relevado de la desagradable actividad industrial. Se trata de uno de los
testimonios urbanos más tempranos (el proyecto es de 1918) de las tendencias
castizas en la arquitectura asturiana, precedido cuando menos por un par de
edificios de viviendas de sabor neoplasteresco levantados en torno a 1910 en la
calle Fray Ceferino de Oviedo. García de la Cruz resuelve, con el acierto
propio de un arquitecto conservador ante un proyecto de restauración, la
construcción de nueva planta de un palacio urbano español de época moderna, al
que si bien le falta la puerta aneja cercada lo compensa con su implantación en
el casco histórico, estratégica como era habitual (semejanzas con la antigua fachada
a la ría, hoy parque, del palacio de Campo Sagrado en Avilés), y la volumetría
característica de estas construcciones patricias. De ahí que las obras más
logradas del episodio nacional- regionalista, debido a su inspiración en el
palacio urbano o rural de los siglos modernos, sean aquellas como la casa
Paquet suscriban la volumetría y el tipo de morada unifamiliar, por oposición a
los edificios de viviendas, tipología residencial urbana nacida en el siglo XIX
al calor de operaciones inversoras generadoras de substanciosos beneficios, y
para lo que por todos los medios las tendencias neoespañola y regionalista
tratarían de articular una adaptación de la vivienda unifamiliar áulica tomada
como patrón.
Arcos carpanales ciegos,
medallones, alfíces, balcón en esquina, vano palladiano, escudos, torre en
esquina y aleros airosos retraen esta obra edificada en la primera postguerra
casi cuatro siglos atrás. Evidentemente la proyectística de este signo, al
margen de su casticismo, no conduciría la arquitectura española por la senda de
la vanguardia internacional entonces a punto de eclosionar.
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